Un milenario puente de piedra nos acerca a nuestro destino. A su paso el río nos deleita con fogonazos de luz en su constante lucha por encontrarse con el mar.
Atravesamos la playa de Ladeira impregnados por la cálida llamada del mar del Val Miñor.
Y poco a poco comenzamos a formar parte de la historia de Baiona la Real, atravesando sus puertas siempre abiertas al visitante.
Ascendemos una rampa de madera para sentirnos como descubridores del Nuevo Mundo recién llegados de un larguísimo viaje desde las Americas en la Carabela Pinta.
Paseando por sus adoquinadas calles nos cruzamos con cientos de rostros, leguas y acentos que comparten el perfume propio de este pueblo marinero.
Visitamos el Castillo de Monterreal bajo la atenta mirada de la Virgen de la Roca, siempre dispuesta a compartir las magnificas vistas desde su barco.
Al llegar la noche el ambiente festivo se respira en cada esquina haciéndonos más difícil la despedida.
Y regresamos a nuestros orígenes jurando regresar lo antes posible, porque por alguna extraña razón las calles, los edificios, las playas y la vida en este pueblo embrujan al visitante.
2 comentarios:
Chulo Baiona, chulo el cuadro!
Muchas gracias!!!
Publicar un comentario